lunes, 22 de octubre de 2007

Control

Llueve...

Motivador...

Mi animal, acorralado, reclama.
Más allá de toda lógica, el hombre detrás del hombre, reclama algo que cree merecer, y no ha ganado.

Escasamente por encima de su voz, a sólo dos respiros de ahogarme, otro yo, aún medido, decide que no corresponde premio.

El animal reclama.

El látigo lo enfurece, no lo calla, pero lo retiene al otro lado de la realidad.

Rugidos...

No basta con amedrentarlo.

Bramidos...
Desde el interior afloran temblores que oscurecen el juego de la razón y un extrañamente autodenominado 'buen sentido', hasta el punto de llevar algún además a las puertas de convertirse en un hecho.

Dolor...

El mismo animal se quema tras su intento de mostrarse.

Se incinera, y se potencia, apenas amedrentado por la sensación inmanejable de haberse asomado.

Y control...

Maldito control...

El mismo que me incapacita y hace confiable.
El mismo que regala mis días y absorbe mis noches.
el mismo que alimenta la misma bestia que intenta sofocar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El excesivo control divide a uno mismo en varios, y la paz se aleja. Dejarnos ser y expresarnos ante nosotros mismos, nuestros impulsos, nuestros miedos, nuestros deseos, nos unifica y hace mas felices.
Controlarnos tanto nos hace multitud, y donde hay multitud, hay continua lucha, me parece.
Un saludo